La primera red eléctrica se crea en 1882 en Nueva York para dar electricidad para las bombillas de un vecindario de únicamente 59 domicilios. El generador utilizado era una caldera de carbón.
Rápidamente otros vecindarios les copiaron y crearon su propia red.
En un principio estas redes estaban aisladas, pero al proliferar se van conectando unas a otras formando una única red. La creación de redes paralelas era inviable por los altos costes tanto de creación como de mantenimiento.
En Europa, desde inicios del siglo XX existe una integración vertical de toda la cadena eléctrica de suministro en una única compañía que ejercía un monopolio. Esta compañía casi siempre era pública y si no lo era actuaba bajo licencia en unas condiciones de hiper-reguladas. Los gobiernos entendían la electricidad como algo estratégico y además un bien que debían garantizar a su población.
Esta integración vertical cubría la generación, la trasmisión, la distribución y el suministro/comercialización.
El escenario europeo empieza a cambiar a finales del siglo XX al liberalizarse la generación de la electricidad y en algunos países también el suministro/comercialización. Esto permite la entrada de nuevos agentes/operadores/empresas al sector, se crea un mercado, se genera dinamismo. La trasmisión y distribución continua siendo responsabilidad de un operador monopolístico
En la actualidad otra fuente de cambio es la posibilidad más real de que los propios consumidores sean también productores al instalar en sus casas paneles solares y/o pequeñas turbinas eólicas.
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